lunes, 25 de agosto de 2014

La droga: un motor económico mundial


1985 - œLas á£áltimas dá‚ácadas del segundo milenio está án marcadas por
problemas como el terrorismo, el SIDA y la drogadicciá¢án. En
cuanto a esta á£áltima, puede decirse que en las á£áltimas dos dá‚ácadas,
a partir de mediados de los aá¤áos 60, el consumo de drogas diversas
se ha ampliado a casi todos los estratos sociales y que, sin
pecar de conservadores, los hombres de finales del siglo XX
pueden decir sin ambages que la droga es un producto cuyo consumo
está á socialmente generalizado. Trá átese de drogas "blandas" (hachá¡ás,
marihuana y otros aluciná¢ágenos como el yagá‚á, la ibogaá¡ána, la
mescalina, el á ácido lisá‚árgico o cilocibina) o "duras" (heroá¡ána,morfina, cocaá¡ána, opio), las sustancias que el hombre occidental
se administra bajo todo tipo de formas cubre un estrato social
que supera cuantitativamente el tercio de la poblaciá¢án. La má ás
generalizada es el hachá¡ás pero la má ás peligrosa es la heroá¡ána.
Mientras la cocaá¡ána se encuentra reservada a capas altas de la
poblaciá¢án, los productos de la adormidera, morfina, heroá¡ána y
opio, igualmente caros, se han generalizado entre la poblaciá¢án
juvenil, en individuos entre 18 y 30 aá¤áos, que muchas veces,
lamentablemente, deben caer en todo tipo de delincuencias para
conseguir el dinero que sus dosis precisan. Algunos gobiernos
occidentales, entre los que se cuenta Espaá¤áa, trataron de reducir
el aspecto dramá ático del conflicto legalizando el consumo pero no
el trá áfico del ”cannabis indico•, marihuana y hachá¡ás, con dispares
fortunas, ya que las figuras jurá¡ádicas que se vulneraban eran
mayores que las que se preservaban. Si el consumidor era sorprendido
con una cantidad de droga no se sabá¡áa cuá ánto era "legal" llevar,
y si se negaba a decir el nombre del traficante podá¡áa acusá ársele
de encubridor, etc. Sin embargo, lo socialmente grave no es el
consumo de hachá¡ás, aá£án siendo el má ás generalizado, sino el de
heroá¡ána, que abarca enormes masas marginales, de las que se
benefician un determinado ná£ámero de traficantes o financieros.
Por ejemplo, se calcula que el que transporta la droga (pakistaná¡áes,
nigerianos, tailandeses, hindá£áes y colombianos) recibe sá¢álo el 1
% de los beneficios, que el repartidor (camello) recibe del 2 al
4 %, que los organizadores de la red del 10 al 20 % y los financieros
del 77 al 85 % de los beneficios. Los puntos "calientes" son el
altiplano peruano boliviano, los paá¡áses del Magreb, Colombia y el
sur y sureste asiá áticos. Los campesinos tailandeses ganan má ás de
500 veces má ás sembrando adormidera que sembrando alfalfa, por lo
que es un hecho cierto que el negocio de la droga beneficia
directamente a los gobiernos que la cultivan. Colombia tiene en
el negocio de la droga su mayor entrada de divisas y, tal como
sucede con las armas, las "grandes operaciones" corresponden a
grupos financieros ajenos al paá¡ás. Pero como si de un calco se
tratara, el trá áfico de estupefacientes tiende a coincidir sospe­chosamente con el trá áfico de armas. Nada prueba, por ejemplo, que
la Contra nicaragááense emplee fusiles soviá‚áticos, porque los
traficantes está án por encima de las ideologá¡áas. Las medidas
policiales de los diferentes paá¡áses, pese a ser espectaculares a
veces (como los 350 millones de dá¢álares en droga quemados en
Má‚áxico en mayo de 1987) son inoperantes para atajar el trá áfico y
no resultan eficaces a la hora de hacer involutivo el problema.

”Thailandia: un campesino miao en una plantaciá¢án de adormideras

Alijo de cocaá¡ána descubierto antes de llegar al consumidor

Una drogadicta no deja huellas de su adicciá¢án: se pincha en el pie•

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